Por Rene Sánchez
Dicen que las peores decisiones se toman cuando se está enojado y seguramente por eso Jerry Jones prefirió marcharse antes de ver consumada la tercera derrota de sus Vaqueros en los últimos cuatro partidos. Y pese a la enorme molestia que le causó ver cómo eran incapaces de controlar a Josh Allen y los Bills en el duelo de “Acción de Gracias” de la semana 14, el propietario del equipo más valioso del mundo, no anunció el despido de su coach, Jason Garret y por el contrario, lo ratificó al menos por lo que resta de la temporada, lo que sin duda ha generado opiniones encontradas, primero porque los de Dallas siguen en la cima de su división con marca de 6-6, aunque tal vez muy pronto las Águilas de Filadelfia igualen cifras ya que el fin de semana éstas jugarán en Miami ante unos Delfines que solamente han ganado 2 veces en la temporada.
Segundo porque mientras algunos critican el plan de juego de Garret y su poca visión para modificar sobre la marcha sobre todo en momentos trascendentes, otros argumentan que no toda la responsabilidad ha sido del Head Coach, ya que en situaciones clave los que han fallado han sido los jugadores, ejecutando incorrectamente o de manera deficiente con errores graves.
Tercero porque mientras un sector de la prensa especializada señala que sus números son de los mejores a la ofensiva en la liga, entre estos varios departamentos exclusivos para Dak Prescott, por otro lado se aclara que no todo lo bueno que se ha hecho, especialmente por aire, se ha plasmado en las diagonales, resultando entonces una labor incompleta, además de que todos esperan un mayor aporte de los equipos especiales que suelen marcar la diferencia entre un “buen” o un “gran” equipo.
Y finalmente están los tiempos y los plazos porque la continuidad y la paciencia suele rendir frutos a quien la practica, pero para muchos ha sido demasiado larga la era de Jason como Head Coach de los Vaqueros, desde 2011, y aunque sus cifras se codean con las del histórico Tom Landry, ya no se nota una evolución estratégica ni el aprovechamiento de jóvenes figuras como Dak ó Zeke Elliot y muchos más, quienes hace un año y con destellos de calidad y lucidez, parecían tener todo para ayudar a romper la ya muy larga sequía de 23 años sin llegar a un Super Bowl y sin conquistar el título de la NFL, demasiado para una de las franquicias más queridas en México y que está cerca de un nuevo fracaso deportivo, porque en lo económico y estructura nada les hace falta.