Karina Elían Salinas.
Periodista musical y cultural
La historia nos ha enseñado que las notas armónicas alivian nuestras angustias, estimulan la memoria, e incluso favorecen la concentración.
Desde hace varios siglos, los ritmos han sido un elemento trascendental no sólo por lo que implican, sino también por el efecto que tienen en nuestras emociones y conductas. Cuántas veces no hemos sentido la necesidad de recurrir a los sonidos para sentirnos relajados, o con el deseo de aumentar nuestra energía.
El ser humano siempre ha reconocido el poder de los acordes, si tenemos alguna duda podemos recordar las palabras del filósofo griego “Platón”, quién decía que: “La música es un medio más poderoso que cualquier otro, porque el ritmo y la armonía tienen su sede en el alma….”
¿Y que más poderoso puede ser?… que hasta permite que nuestro cuerpo (por bizarro que parezca), se convierta en una orquesta, donde caben el bit de las pulsaciones del corazón, el compás del ritmo cerebral y el efecto sonoro en la vibración de las células, que en conjunto logran que en nuestros compases biológicos reine el equilibrio.
Para ser aún más precisos hay quienes han buscado respuestas específicas sobre los sentimientos que despiertan diversas notas en el ser humano provocando diferentes estados de ánimo.
Como resultado se han determinado ciertas melodías que conectan con cinco sentimientos principales, vamos a conocerlas:
Para el Miedo: “Oratorio bajo la Ceiba” de Federico Álvarez del Toro.
Para el Enojo: “Marte” de Gustav Holst.
Alegría: “Sleepers Awake” de Johann Sebastian Bach.
Afecto: “Sinfonía 2” de Sergei Rachmaninov.
Tristeza: “Cigana” de Egberto Gizmonti.
¿Y el jazz?
En consecuencia sabemos que todas las melodías encierran sentimientos y efectos psicológicos en nosotros, pero ¿qué es lo que nos dicen sobre un género como el jazz?
Revisando entre cientos de autores, salta a la vista una respuesta que era casi intuitiva, pues se menciona que: “El jazz es idóneo para evocar todo tipo de emociones”, con lo que podemos aludir la sensación que despierta este género en sus mismos creadores.
El mago de la guitarra “Peter Bernstein” nos dice que: “El jazz no sólo son sentimientos, porque para cualquier tipo de música se necesitan sentimientos. Para mí, la música jazz es algo que envuelve diferentes tipos de emociones basadas en el ritmo y en otras influencias como la armonía o el blues, todas estas cosas hacen el jazz”.
En otros casos la misma música nos envuelve en sus notas melódicas a tal grado que se convierte en parte de nosotros sintiéndola cómplice y amante, o al menos esa es la manera que percibe el gran “Duke Ellington”, quién mencionó en sus memorias publicadas hace varios años atrás que: “las queridas van y vienen, pero sólo mi amante permanece”, refiriéndose a “la música”, como su amante.
Para muchos otros la música logra emanar sentimientos con tal intensidad que podría ejecutarse como una forma de vida, como “Louis Armstrong” para quién la emoción de interpretar solo se reducía a una simple frase, “Cuando tomo mi trompeta, todo mundo queda atrás. Esta es mi forma de vivir”.
Y que decir de “Billie Holiday”, quién a pesar de haber sido comparada negativamente con otras cantantes del género musical por considerar que poseía una tesitura limitada, esa misma crítica permitió que expresara una inmediatez emocional en cada interpretación diciendo “Yo he vivido canciones como esa”.
Conectados
Es así como la lista de intérpretes no para, pudiendo enumerar jazzistas de todos los rincones del mundo para quienes la conexión con sus emociones y vivencias han permito dar un toque único a cada una de sus ejecuciones a lo largo de la historia de la música. Logrando que con cada nota musical florezcan bellas emociones que conecten con nuestro interior.
Sea con la sincopa, o con cualquier género que sea de nuestra predilección, las emociones jamás dejarán de invadirnos y crear una atmósfera en donde podamos viajar a través de ese mundo que la música recrea para cada uno de nosotros.