¿Sabías que además de la música, otras de las grandes pasiones del maestro del reggae era el futbol?

Debido a la mezcla racial de sus genes, Bob sufrió racismo, tanto por parte de negros como de blancos jamaiquinos, pues conocían su mestizaje, lo que no le permitió tomar un lugar dentro de esa sociedad. Sin embargo, esto jamás supuso que se avergonzara de sus orígenes, aunque él se identificó e interesó plenamente como negro.

A la par que iba demostrando una pasión innata y talento por la música mezclada con una evidente preocupación social, también dejó muestras claras de su pasión por el futbol. Días, tardes y noches, se llenaron de notas musicales, lecturas y de patadas al balón.

Bob Marley y el futbol iban de la mano.

A finales de los setentas, la estancia de Bob sería en Inglaterra para grabar dos discos; Exodus (1977) y Kaya (1978). Pero no todo podía ser solo música, el futbol no dejaba de estar presente. Pronto, Marley y sus músicos se acostumbraron a jugar en el clima frío que Gran Bretaña les ofrecía. Puntos como Wormwood Scrubs y Battersea Park fueron los puntos de reunión donde con normalidad disputaban partidos, aunque también lo hicieron en otras ciudades europeas. Y es precisamente en uno de esos encuentros que sucedería un punto de quiebre para el músico.

FATALIDAD EN SU CAMINO POR EL FUTBOL

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BOB MARLEY Y LA CASCARITA QUE LE COSTO LA LESIÓN

Un acontecimiento cambiaría su rumbo en el futbol, pues el 9 de mayo de 1977, a los pies de la Tour Eiffel entre el Río Sena y el Hotel Hilton, el equipo capitaneado por Bob Marley, llamado The Wailers, se enfrentó a los Polymusclés, quien eran liderados por el cantante francés Herbert Léonard.

El conjunto de Bob tenía fama de ser bastante bueno, además, contaban con Allan Cole en la delantera. Todo parecía marchar como siempre: música, risas, futbol. Pero a los pocos minutos de haber iniciado la contienda, Marley tuvo que abandonar el campo, pues uno de los defensas contrarios le propinó un pisotón en el pie derecho.

Al quitarse la zapatilla, notó que no sólo sus dedos se encontraban lastimados, y es que una de sus uñas se le cayó por completo. De inmediato, Cole le dijo que tenían que ir al médico, pues el color que sus dedos estaban tomando no era normal. Fue trasladado al Hotel Hilton para ser atendido por el médico del lugar, quien le inyectó una vacuna antitetánica, limpió su herida, y aconsejó que un experto le atendiera bien ese dedo, pero jamás lo hizo.

Unos meses después, visitó a otro médico, pues aquel dedo no dejaba de dolerle. Ahí descubrió que se le había formado un “melanoma acral lentiginoso”, una forma muy rara de melanoma (cáncer de piel).

Le dijeron que debía amputarse el dedo, pero su cosmovisión religiosa no se lo permitía. “Los Rastafaris no debemos permitir que separen una parte de nuestro sagrado cuerpo”, comentó al médico.

Es así que decidió seguir jugando y claro también con sus giras. Para 1980, el cáncer se había expandido a sus pulmones, hígado y hasta el cerebro. Justo en ese año brindó dos conciertos el 19 y 20 de septiembre en el Uprising Tour del Madison Square Garden de Nueva York, cuando a la mañana siguiente salió a trotar un poco por Central Park y sufrió un desvanecimiento. Apenas pudo recuperarse para ofrecer una presentación más el 23 de ese mismo mes en el Teatro Stanley Pittsburgh.

Dicho concierto lo cerraría con Redemption Song, pieza con la que nos invita a sumarnos al pensamiento de que:

“Emanciparse a sí mismos de la esclavitud mental.

Nadie más que nosotros puede liberar nuestras mentes”…

Sería la última vez que subiría a un escenario.

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