Pumas: De “cagar sangre” a morir de nada, en 2 meses
Cuando Efraín Juárez aterrizó en Ciudad Universitaria con el fierro de la vieja escuela auriazul bien puesto, prometió guerra: “Vamos a cagar sangre”, dijo, haciendo eco de aquella mística garra universitaria que alguna vez heló rivales y encendió tribunas. Pero el discurso, por más bravo y pasional, se quedó en eso: palabras.
La eliminación de Pumas en el Play-in, a manos de Monterrey en el Gigante de Acero, fue la prueba definitiva de que el equipo murió sin gloria. No hubo sangre, no hubo garra, no hubo alma. El marcador fue apenas un detalle; la sensación fue mucho más dolorosa: Pumas se murió de nada.
Un equipo que lleva la bandera del esfuerzo y la entrega en el escudo no puede permitirse caminar la cancha como lo hizo en momentos clave. Contra unos Rayados que tampoco venían en su punto más alto, Pumas se desdibujó, sin una idea clara, sin rebeldía, sin ese fuego que su entrenador adjunto prometió encender. Y no es que falten jugadores con talento. Lo que faltó fue ese espíritu que hacía de Pumas un rival temido incluso cuando llegaba con la nómina más modesta.
Efraín Juárez, junto con el cuerpo técnico, quiso apelar al orgullo, pero terminó escribiendo una línea más en la larga lista de decepciones recientes del club. Hoy, el “vamos a cagar sangre” resuena más como una burla que como una promesa cumplida.
La afición auriazul no exige títulos todos los torneos. Lo que exige es entrega. Y esta versión de Pumas, como tantas otras de la última década, no la dio. Se fueron con un suspiro, se esfumaron en Monterrey como un equipo más. Y eso, para un club con tanta historia, es lo más triste de todo.