Por Karina Elián Salinas
Al hablar de jazz en el arte, es casi obligatorioinmiscuirse en la obra de un genio como Henri Matisse.
No sólo el “fauvismo”, movimiento en el cual destacó la mayor parte de sus creaciones, hizo del dibujante y pintor francés un referente dentro de su gremio.
Hubo muchas razones por las cuales Matisse dejó una gran estela, como su juego de colores en contra de lo establecido, la geometría y por supuesto su lucha contra la adversidad, pues recordemos que batalló contra el cáncer y la artritis después de cumplir 60 años.
Y es justamente en esa batalla cuando llega una de sus máximas creaciones, el libro titulado “Jazz”, formado por 20 láminas creadas por recortes de papel, acompañados de textos realizados a mano por su autor.
Pese a sus tratamientos y la dificultad para moverse, Matisse jamás dejó de crear, sólo cambió la forma de hacer su arte, pues comenzaría a trabajar sentado, utilizando en vez de sus típicos pinceles, unas tijeras.
Dichos recortes serían previamente pintados por sus ayudantes, con especificaciones exactas por parte de su autor, para después darle las formas requeridas.
Matisse jugaba más que nunca con su imaginación, pues se dice que al comenzar una lámina, el pintor proyectaba ideas como: visiones de la naturaleza, viajes, y hasta cuentos, para después verlos plasmados.
Por supuesto, la influencia de la sincopa desempeñó un gran papel, pues Matisse sentía el ritmo de las notas en cada recorte que plasmaba al lienzo. Logrando describir con el ritmo su proceso de transformación personal.
Se dice que el mismo Henri al verse incapacitado, descubrió en estos recortes que adornaban sus paredes, una ventana hacia un mundo que lo llenaban de energía y vida. Misma que transmite en este libro, a todos los amantes de su arte.
La realización de este trabajo le llevó tres años al artista francés, donde además de regalarnos imágenes como el famoso Ícaro que conocemos, pudo fusionar de manera extraordinaria el dolor que padecía con la estética del jazz en su forma más pura.