Con otra actuación brillante en el Melbourne Park, sólida y segura de sí misma, Naomi Osaka se convirtió en la reina del Abierto de Australia al derrotar en dos sets por 6-4 y 6-3 a Jennifer Brady.
Sin apabullar pero con evidente y claro dominio de la situación, Naomi no permitió que la estadounidense tomara ritmo ni demasiada confianza. Realmente nunca estuvo en riesgo el trofeo para la asiática que vive desde los 3 años en la Unión Americana en Beverly Hills y 71 minutos le bastaron para poder finiquitar todo y levantar los brazos y su raqueta como la nueva campeona en Australia.
Para la tenista japonesa este fue su título número 4 en torneos de Grand Slam y el segundo en Australia tras su victoria en el 2019. También ha conquistado dos veces el US Open, en 2018 y 2020. Desde la temporada del 2018 hasta la actual ha obtenido el trofeo de monarca en por lo menos un torneo mayor en cada año, es decir cuatro años seguidos, algo que en la última década solamente había logrado Serena Wiliams.
La tenista de apenas 23 años, de mamá japonesa y padre haitiano, es apenas la segunda del circuito femenino en ganar sus cuatro primeras finales de Grand Slam después de que la yugoslava Mónica Seles lo hiciera en 1990, hace ya 31 años.
Naomi ya fue alguna vez número uno de la WTA. Llegó a Melbourbe como la No.3 y se irá en segundo sitio del ranking superando a la rumana Simona Halep y a la caza de la actual líder, la australiana Ashleigh Barty.
Osaka ha tenido que abandonar algunos torneos por diferentes lesiones pero en la cancha no pierde desde hace más de un año, desde el 7 de febrero del 2020 cuando cayó ante la española Sara Sorribes en la Copa Federación (Hoy Copa Billie Jean King) y ya acumula 21 victorias consecutivas.
Naomi Osaka lo quiere todo. Apunta sobre todo ahora a conquistar por primera vez Roland Garros y también Wimbledon. Desea volver a la cima de la clasificación y parece que no tardará mucho en lograrlo.