Por René Sánchez
Ni el Morelia fue tan bueno ni el América tan malo como podría deducirse por el marcador de 2 a 0 entre ambos en el primer duelo de las semifinales.
El resultado sin embargo es justo, simplemente porque los Monarcas fueron efectivos y siempre se notaron más cómodos en la cancha, sin presiones ni grandes obligaciones más que la de realizar su futbol armonioso y atractivo mientras que las Águilas nunca se notaron tan peligrosos como en el duelo anterior ante los Tigres.
Además un gol tan pronto, a los 16 minutos, una obra de arte que culminó Fernando Aristeguieta, le dió confianza y tranquilidad al equipo de Pablo Guede, que ganó aún más espacio por la imprudente expulsión al 34 del primer lapso de Jorge Sánchez, lo que ensombreció el panorama azulcrema e hizo cambiar el plan original del Piojo Herrera.
De regreso al segundo tiempo el América trató de empatar por medio de la pelota parada, pero no contaban con que un contragolpe de un tiro de esquina a favor los pondría nuevamente contra las cuerdas 2 a 0 como en la serie de cuartos. Esta vez fue Aldo Rocha el que marcó tomando muy mal parado al cuadro defensivo visitante.
Lo que nadie entendió es porque Sebastián Vegas se hizo expulsar de manera tan inocente queriendo anticipar en media cancha. Esa roja al 72 pudo evitarse para no dejarle ninguna opción al América de reaccionar en este juego o en el siguiente, ahora en el Azteca, con la necesidad azulcrema de ganar por dos tantos sin recibir ninguno del visitante.
Morelia pegó primero, pero no con el puño cerrado y el América tendrá por ello, la gran oportunidad ante su gente en la capital de revertir con la innegable mística de los equipos grandes, pero con el problema de que a los Monarcas les importa poco o nada ese pequeño gran detalle que los hace equipos diferentes fuera de la cancha.
La sensación de que algo faltó en el primer capítulo quedó en el aire porque el 2-0 parece poco cómo para que ya festejen los de Morelia y en contraste parece mucho el castigo para los del América, heridos sobre todo en el orgullo.